Salud y felicidad

¿Se puede estar sano sin ser feliz? Para responder a esta pregunta es necesario considerar si la salud corresponde únicamente al cuerpo o también a la mente. Y además habría que considerar aspectos sociales y relacionales, de forma que se plantea un segundo interrogante: ¿son compatibles la salud y la soledad o la exclusión social?

La salud física es un concepto fácil de entender, implica encontrarse libre de dolores o molestias, no tener fiebre, no tener la presión arterial elevada, no estar limitado por alguna discapacidad física, como parálisis, ceguera, sordera, etc.

Salud física

Cuando aparece un trastorno de salud física intentamos corregirlo, por ejemplo, tomamos un antibiótico para curar una infección bacteriana, o, si no tiene solución, como sucede con la miopía o con una cojera, tratamos de compensarlo, respectivamente, con unas gafas o con un bastón.

Salud mental

El segundo aspecto no es tan intuitivo. ¿Qué sucede con una persona físicamente sana pero que no es feliz? No tiene dolores, ni fiebre, no tiene ninguna discapacidad y los resultados de las analíticas de sangre, de las radiografías y del resto de pruebas complementarias realizadas son normales.

Sin embargo, la mirada, los gestos y las expresiones de la persona transmiten un estado que no es de felicidad y la propia persona así lo admite, entendiendo por felicidad un estado de bienestar.

Si deseamos incluir en el concepto de salud, junto al plano físico, el plano psicológico, una persona que no siente bienestar psicológico no sería una persona sana, es decir, el sufrimiento psicológico constituiría también un trastorno de la salud.

En este caso sería necesario analizar las causas subyacentes a dicho sufrimiento para poder encontrar una solución que permita hacerlo desaparecer.

Además, el sufrimiento psicológico puede traducirse en somatizaciones, con síntomas y signos psicosomáticos (hipertensión arterial, molestias abdominales, insomnio…), que finalmente pueden desembocar en trastornos de la salud física.

Así, por ejemplo, como se muestra en la noticia de portada publicada ayer en Salud.es, los estados de ira contenidos pueden provocar trastornos cardiovasculares en las mujeres (también en los varones, tema estudiado en otros apartados).

Por ello, la salud física y la salud mental son dos elementos integrados y con repercusiones recíprocas, no se puede entender la una sin la otra y viceversa.

Salud social

El tercer interrogante planteado en este artículo es la compatibilidad de la salud con estados de soledad, exclusión o marginación social.

La soledad es un estado más o menos tolerado por las personas, dependiendo de cada individuo. Dentro del ámbito de la normalidad, existe un abanico de diferentes necesidades de contacto social. 

Salirse de este abanico, ya sea por un extremo, el de la soledad y el aislamiento absolutos, o por el otro, el de la dependencia excesiva y la incapacidad de tomar decisiones propias, es salirse del abanico saludable de la convivencia e integración con el mundo que nos rodea, incluidas las personas, los animales y el entorno en general.

Dentro del abanico saludable, existen personas que necesitan relacionarse más con sus semejantes, otros menos, personas que gustan más del contacto con los animales, las plantas, la montaña, el mar, etc. Y, todo ello, dentro de una normalidad y equilibrio que podemos considerar sanos.

En ocasiones, la soledad es un camino elegido; uno se encierra con sus libros, frente al mar, se dedica a pintar, a escribir o a descansar, siendo todas ellas diferentes formas saludables de pasar un tiempo más o menos largo, o bien, se dedica a reflexionar y a realizar introspección, para conocerse mejor.

Más peligrosa es la soledad impuesta, en forma de sentimiento de soledad, o en forma de aislamiento o de exclusión social. Ello puede dar lugar a trastornos graves de salud, como ansiedad o perturbación de las facultades mentales, con ideación delirante o alucinaciones.

De este modo, se comprende que la salud no es compatible con la soledad impuesta y con la exclusión social.

Por tanto, y, avanzando un poco más, se entiende, que, tanto la vertiente física, como la psicológica y la social, son necesarias para alcanzar un estado de salud y bienestar.

Las tres vertientes son interdependientes y cuando una de ellas se ve alterada, antes o después se verán afectadas las otras dos, resintiéndose con ello nuestra salud.

Por ello es conveniente cuidar, no sólo el cuerpo, sino, también, la mente y el entorno y a las personas que nos rodean.

Con estas breves reflexiones sobre la salud, os deseamos, desde Salud.es, unas felices navidades.