31 de mayo: Día Mundial sin Tabaco

Con motivo del Día Mundial sin Tabaco, Víctor López García Aranda, presidente del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, describe cuáles son los principales problemas que hay en España en la lucha contra el tabaco.

Desde hace lustros, a iniciativa de la OMS el 31 de Mayo se celebra el Día Mundial Sin Tabaco. Durante los últimos años, la sociedad española, por estas fechas, ha recibido con cierto terror el aluvión de noticias que los profesionales de la salud y los responsables ministeriales le proporcionábamos sobre la nocividad del tabaco.

Mensajes como que cada ocho segundos muere una persona en el mundo por consumo de cigarrillos; que uno de cada dos individuos que comienzan a fumar en su adolescencia morirá precozmente por ese hábito nocivo; que el tabaco causa patologías tan frecuentes como el cáncer broncopulmonar y de laringe, la cardiopatía isquémica y la cerebrovascular; el grave problema del tabaquismo pasivo han calado tan profundamente entre los ciudadanos que, una vez más, se adelantan a sus políticos y demandan acciones enérgicas (¡no me cuente más la película, que me la sé, deme una solución!).

Observamos, no sin cierta satisfacción, el cambio que se va produciendo en el ciudadano español que, como anhelaba Ramón y Cajal, debe ser motor, no rueda; personalidad, no persona.

Las soluciones son conocidas, pero chocan casi siempre con el poder omnímodo de la industria del tabaco, con el desconocimiento de la verdadera magnitud del problema las menos veces y, las más, con intereses espurios.

Sin ánimo de ser exhaustivo, sin duda mejoraríamos la salud pública con una educación intensiva desde la escuela sobre hábitos de vida saludables. Desde 1989 se firman unos convenios anuales entre los Ministerios de Salud, Educación e Interior más teóricos que prácticos, con escasas dotaciones y obviamente pobres resultados.

La publicidad y la promoción del tabaco se dirigen, básicamente, a incitar a los adolescentes a que empiecen a fumar. Casi el 95% de los fumadores lo empieza a hacer antes de los 18 años, la mayoría de edad legal. A mediados de 1998, el Parlamento Europeo ratificó la Directiva sobre la publicidad del tabaco.

El grueso de esa directiva -que prácticamente hará que desaparezca la publicidad del tabaco y que tan buenos resultados ha dado entre los jóvenes de Bélgica o Francia- debe entrar en vigor antes de julio del 2001.

Pues bien, cuando la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea ya han elaborado una transposición rigurosa y exigente, en otras palabras, han adecuado la legislación del país a esa Directiva de obligado cumplimiento, en España aún está en elaboración.

El precio del tabaco en nuestro país es de los más bajos de la Unión Europea a pesar de que el Banco Mundial recomienda repetidamente la subida de precios, conocedor de que una subida de un 10% significa un 5% de descenso del consumo, especialmente en un grupo de población con escaso poder adquisitivo como los niños y adolescentes (este es el único punto de contacto que nos une con la industria del tabaco que, igualmente, desea una subida de precios, aunque ellos para seguir ganando más y nosotros como medidas disuasorias de su consumo).

Para eliminar los problemas estructurales, recomendamos que se excluya el tabaco de la lista de productos que se utilizan para calcular el IPC, como han hecho otros países, de modo que el incremento de precios del tabaco no tenga efectos negativos sobre la política económica.

La venta a menores de 16 años está prohibida en España y, en algunas comunidades autónomas, hasta los 18 años. Sin embargo, esta prohibición se incumple de forma sistemática por la proliferación de máquinas de venta automática como estrategia deliberada para burlar esta normativa. Sólo hasta que se legisle para que los únicos puntos de venta sean los estancos, los niños seguirán teniendo fácil acceso al tabaco.

La normativa de espacios sin humos es adecuada pero, lisa y llanamente, no se cumple. Es paradójico que ciudadanos que han ingresado en centros hospitalarios para curarse puedan enfermar por los humos que imperan en muchos de ellos. Ni comentarles el tabaquismo de los colegios y los centros de atención al público, sufrido por todos, donde también está prohibido legalmente el consumo de tabaco.

Por último, aunque millones de ciudadanos españoles consiguieron dejar de fumar en los últimos años, muchos más quieren hacerlo pero les falta ayuda, dado que la nicotina es una droga con un poder de adicción tan fuerte como el de la cocaína o heroína y, sin embargo, no tienen derecho a la financiación, aunque fuese parcial, de fármacos que se han mostrado efectivos en la ayuda al abandono.

Este es, a vuela pluma, el panorama un poco desolador de la situación del tabaquismo en España, que sin duda los administradores pueden mutar con un simple giro ortográfico: pensar más que en las próximas elecciones en las próximas generaciones.