Trastorno mental crónico que se caracteriza por distorsiones fundamentales y típicas de la percepción, del pensamiento y de las emociones, estas últimas en forma de embotamiento o falta de adecuación a las mismas.
En general se conserva tanto la claridad de conciencia como la capacidad intelectual, aunque con el paso del tiempo pueden presentarse déficits cognitivos.
Se define principalmente por una mezcla de síntomas llamados "positivos" (exceso o distorsión de las funciones normales, como por ejemplo: ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje desorganizado,…) y síntomas "negativos" (disminución o pérdida de las funciones normales tales como aplanamiento afectivo, alogia, abulia,…).
Hay diferentes subtipos de esquizofrenia: paranoide, desorganizado, catatónico, indiferenciado y residual. El comienzo de la esquizofrenia suele tener lugar entre los veinte y los treinta y cinco años, siendo raro su comienzo antes de la adolescencia. El inicio puede ser brusco o insidioso. La prevalencia se sitúa entre el 0,8 y el 1%.
El curso de la enfermedad presenta amplias variaciones, aunque suele ser variable, con brotes y exacerbaciones. No se conoce bien las causas de la esquizofrenia, pero parece que se debe a una interacción entre factores genéticos y ambientales.
Tres son los componentes principales que conforman el tratamiento en la esquizofrenia: los fármacos (antipsicóticos convencionales y antipsicóticos atípicos o de nueva generación), el tratamiento cognitivo-conductual y las intervenciones psicosociales.