La tuberculosis constituye, aún hoy en día, la enfermedad infecciosa de mayor mortalidad en el mundo.
La OMS calcula que hay más de dos billones de personas con tuberculosis latente, mientras que más de tres millones mueren al año por esta enfermedad. Además, la ausencia de una política sanitaria eficaz en países subdesarrollados y la progresión del SIDA en todo el mundo han condicionado la aparición progresiva de resistencias a los tuberculostáticos, lo que puede suponer en un futuro un problema mundial de salud de primera magnitud. Los humanos son el único reservorio de Mycobacterium tuberculosis.
La infección se produce al inhalar aerosoles contaminados, que contienen hasta diez bacterias. El microorganismo llega a la zona distal del pulmón, donde es fagocitado por macrófagos y transportado a los ganglios linfáticos regionales. En este momento, los bacilos pueden ser inactivados por el sistema inmunológico, multiplicarse y producir tuberculosis primaria localizada en el pulmón o diseminada por otros tejidos y órganos, o bien quedar en una forma latente, que puede reactivarse a lo largo del tiempo según el estado de la inmunidad celular.
La enfermedad puede afectar a la mayoría de los órganos, por lo que la clínica depende de la localización de la infección y de síntomas y signos más o menos constantes e inespecíficos como fiebre, diaforesis, astenia, anorexia y adelgazamiento.
El diagnóstico se basa en el aislamiento en cultivos específicos o en la visualización del bacilo en muestras de fluidos orgánicos o de biopsias de tejidos supuestamente afectados por la infección. Se han desarrollado nuevas técnicas de diagnóstico, que detectan fragmentos específicos de ácidos nucleicos de Mycobacterium tuberculosis, de elevada especificidad y rapidez aunque aún no está generalizada su utilización.
El test de Mantoux identifica los casos de tuberculosis latente, pero su valor para el diagnóstico de las formas activas de la enfermedad es escaso. Es conveniente realizar test de VIH a todos los casos de tuberculosis activa y descartar otras posibles situaciones clínicas de inmunodeficiencia celular. La prevención primaria de esta infección se basa en el control de los casos contagiosos: diagnóstico, tratamiento y aislamiento hasta la negativación de la baciloscopia en esputo. La prevención secundaria se realiza con quimioprofilaxis en sujetos con tuberculosis latente, cuando se asocia a ciertas situaciones de inmunodeficiencia.