Las vacunas del siglo XXI
Se ha dicho que sólo el agua potable tiene un impacto comparable al de las vacunas en la disminución de enfermedades infecciosas y de las muertes que pueden ocasionar. Es más, ni siquiera los antibióticos tienen el mismo impacto.
Las vacunas han permitido erradicar numerosas enfermedades infecciosas, como la viruela o la polio. La protección que proporcionan va más allá de la enfermedad en sí, de forma que la prevención frente al sarampión evita pulmonías, encefalitis y muertes; cuando es frente a la gripe previene neumonías, hospitalizaciones y muertes asociadas; y la vacunación contra la varicela previene encefalitis e infecciones estreptocócicas.
Las vacunas protegen también a los no vacunados, pues cuando suficientes personas se vacunan se impide la propagación de la enfermedad, consiguiendo una inmunidad de la población que protege a los más vulnerables.
Además, las vacunas protegen a lo largo de la vida frente a los microorganismos productores de enfermedades (bacterias, parásitos, virus y toxinas), algo especialmente importante si se tiene en cuenta que las enfermedades infecciosas matan más adultos que niños.
Así se demuestra que las vacunas de la infancia protegen a los niños frente a 15 enfermedades, la vacuna antigripal protege a personas de todas las edades frente a la gripe, la neumonía bacteriana secundaria y el empeoramiento de enfermedades crónicas, o la vacuna frente al neumococo protege a los jóvenes y ancianos frente a la neumonía, septicemia y meningitis.
Pero lo mejor de todo es que la disminución de las enfermedades que se pueden prevenir mediante las vacunas mejoran la capacidad de funcionamiento de los hospitales, centros de salud, colegios y empresas.