Es un proceso frecuente y complicado que destruye progresivamente el organismo y la personalidad de quien lo padece. El alcoholismo se define como una enfermedad crónica, caracterizada por una tendencia a beber más de lo debido, con repetidos intentos infructuosos de dejarlo a pesar de las consecuencias fatales que produce.
Los efectos del alcohol en el organismo varían en relación con el sexo, la talla, la constitución física, la tolerancia, el tipo de bebida, el ayuno y el uso de algunos fármacos. Está demostrado que a mayor consumo de alcohol, el enfermo desarrolla mayor capacidad de resistencia física que quien no es bebedor o bebe con moderación. Sin embargo, en todos los casos, incluso en pequeñas cantidades, el alcohol disminuye los reflejos más elementales necesarios para andar, escribir o conducir.
Respecto a las causas que generan alcoholismo, hay que tener en cuenta la influencia de factores socioculturales, psicológicos y biológicos. Se ha demostrado la influencia de la herencia, pero no como factor exclusivo ya que, desde el punto de vista familiar, el alcoholismo también puede transmitirse a través de hábitos sociales.
Existen investigaciones que hablan de personalidad pre-alcohólica del individuo, con características como sentimiento de soledad o aislamiento, dificultad para el diálogo desde la niñez, frustración emocional y sentimientos de inferioridad, entre otras.
Las consecuencias físicas del consumo excesivo de alcohol son múltiples y muy importantes: digestivas (esofagitis, gastritis, úlceras, pancreatitis y trastornos hepáticos); cardiacas (cardiopatías alcohólicas, arritmia, insuficiencia cardiaca); hematológicas (anemias, leucopenias, alteraciones funcionales); y neurológicas y psiquiátricas (convulsiones, pérdida de conciencia, encefalopatías). Por otra parte, los hijos de madres alcohólicas presentan muy a menudo deformaciones congénitas y considerable retraso mental.
El tratamiento del alcoholismo es casi imposible si no se cuenta con la decidida colaboración del enfermo y de su familia. Una vez que se ha diagnosticado la enfermedad y se han resuelto los problemas médicos urgentes, es necesario comenzar la desintoxicación y un programa de rehabilitación psicológica y social que puede incluir el uso de determinados fármacos y el asesoramiento individual y familiar a través de asociaciones de enfermos rehabilitados.