El reúma no existe: los reúmas, sí
El Congreso de la Sociedad Andaluza de Reumatología se abre con un encuentro de pacientes en el que se realizan pruebas diagnósticas de artritis, artrosis, osteoporosis o espondilitis.
Cuando alguien dice que tiene reúma, todo el mundo sabe de qué habla: de dolor, rigidez o entumecimiento en huesos, músculos, articulaciones o tendones. Pero lo cierto es que el reúma no existe; existen las enfermedades reumáticas, que tienen causas, síntomas y tratamientos muy diversos.
Lo saben bien los 150 especialistas que desde ayer se reúnen en Granada con motivo del XX Congreso de la Sociedad Andaluza de Reumatología (SAR). Y también las decenas de personas que acudieron por la mañana al encuentro de pacientes a recibir información, contactar con asociaciones de afectados o realizarse pruebas diagnósticas.
“Reúma es un término popular pero equívoco, que agrupa a casi doscientas enfermedades. Y ninguna se llama reúma”, explica Miguel Ángel Caracuel, presidente de la SAR. La especialidad parece un cajón de sastre, porque agrupa padecimientos que tienen poco que ver entre sí. Son males reumáticos el desgaste del cartílago articular (artrosis), la inflamación de las articulaciones de forma persistente (artritis) o aguda (gota), la progresiva fusión de las vértebras (espondilitis anquilosante), la descalcificación de los huesos (osteoporosis), las alteraciones de músculos y tendones (dolores de espalda, tortícolis, tendinitis) y algunos trastornos autoinmunes (lupus, esclerodermia, sarcoidosis).
Pero todas estas patologías, resalta el doctor Caracuel, tienen algo en común: son enfermedades del aparato locomotor, que integra huesos, músculos, articulaciones, tendones y fascias.
Normas posturales
El congreso, que se celebra en el hotel Abades Nevada Palace hasta mañana, tiene como lema ‘La Reumatología más accesible: un reto a nuestro alcance’. Y sus organizadores hacen honor a esa consigna: bajo una carpa frente al establecimiento, los asistentes pudieron recopilar folletos y ver películas informativas sobre su enfermedad, plantear preguntas a un reumatólogo o, en función de los síntomas, realizarse pruebas diagnósticas, como densitometrías, ecografías y capilaroscopias.
Pero el encuentro también iba dirigido a personas sanas: normas posturales y ejercicios para prevenir alteraciones del aparato locomotor, consejos para proteger las articulaciones en las actividades cotidianas o un test rápido para saber el riesgo de padecer osteoporosis eran algunas de las propuestas. El cálculo del Índice de Masa Corporal (IMC) es otra práctica útil: si es bajo -menos de 19- constituye un factor de riesgo para sufrir osteoporosis; si hay sobrepeso -por encima de 25- alerta de que las articulaciones están sobrecargadas.
De deportista a enfermo
La mayoría de las personas que ayer se acercaron a la carpa eran mujeres maduras. Francisco José constituía la excepción: a sus 36 años, sufre espondilitis anquilosante, una de las pocas dolencias reumáticas que afecta más a los varones, sobre todo jóvenes. “A mí me empezó con 30 años. Yo era superdeportista, estaba federado, y me empezó a doler la rodilla y la zona lumbar. Tuve que dejar el trabajo de montador -me quedaba clavado al levantar objetos- y el atletismo, explica este joven que acompaña a su madre -afectada de osteoporosis y poliartrosis- en la cola del densitómetro.
Si no se trata, la espondilitis puede degenerar en la fusión de las vértebras, con la consiguiente rigidez y dificultades de movilidad. “Es muy importante la actividad física, sobre todo la natación y los ejercicios en el suelo, para fortalecer los músculos y tratar de que la enfermedad no vaya a más, señala Francisco José. Porque el tratamiento contra este mal es paliativo del dolor y ni siquiera es totalmente eficaz. “Es un maquillaje. Tengo muchos dolores, pero soy joven y lo llevo por dentro, reconoce este chico de aspecto atlético sin ningún signo externo de enfermedad. “Si te pones enfermo cuando eres mayor, lo aceptas mejor, pero tan joven… Te preguntas por qué te ha pasado a ti. Yo estoy yendo al psicólogo, admite, con una sonrisa.
También sonríe Tere, de 47 años, a la que no hace ni 24 horas que le diagnosticaron cifoescoliosis, una enfermedad que combina una curvatura anormal de la espalda tanto en el plano frontal como en el lateral. A ello une también un principio de artrosis y de osteoporosis. “Ayer estuve en consulta y me lo confirmaron. La reumatóloga me recomendó que viniera para informarme y aquí estoy, explica. Sus síntomas aparecieron hace tiempo, pero han empeorado en el último año, a raíz de la menopausia. La vida diaria se ha hecho difícil. “Tengo dolores en las cervicales y en las dorsales, me duelen las articulaciones de las manos y los hombros se me cargan mucho”, afirma Tere. Su trabajo no ayuda: es pinche de cocina en un hospital, por lo que levantar pesos y hacer movimientos repetitivos, que tanto agudiza sus molestias, forma parte de su trabajo. “También afecta bastante al ánimo”, reconoce.
Media vida sin diagnóstico
Lo suscribe Paqui, una mujer de 50 años a la que se le saltan las lágrimas cuando relata que lleva media vida luchando contra una artritis que ni siquiera tenía nombre hasta hace unos meses. A los 26 trabajaba planchando y le quitaron una costilla para paliar sus dolores, pero fue sólo el principio: “No podía ni coger un papel. A mi hija le tenía que cambiar los ‘dodotis’ con la boca y con la mano izquierda”, recuerda. Con su segunda hija, siete años después, fue aún peor.
“Mi marido tenía que darme la vuelta para que le diera el pecho. No podía cogerla de la cuna, y en el baño la sujetaba con los brazos. Subía las escaleras de rodillas y las bajaba sentada”, enumera. Pero los médicos siempre le decían que era demasiado joven para una enfermedad reumática. En todos esos años de consulta en consulta, le han diagnosticado erróneamente infecciones y hasta enfermedades de transmisión sexual -con la consiguiente crisis conyugal-, hasta que hace unos meses una prueba genética (HLA) confirmó su diagnóstico.
El tratamiento le va bien. “Estoy ayudando a mi marido, que es empresario. A mí hablar y relacionarme me da la vida -confiesa-. Este verano, por primera vez, he podido bañarme en la playa, pasear, tomar el sol, levantarme de la toalla sin parecer un gusano… He disfrutado como una niña chica”. Después de tanto tiempo de incertidumbre, Paqui se acerca muy decidida al stand de la Asociación Granadina de Artritis Reumatoide. “¿Dónde hay que apuntarse?.