En general, la dieta que debe realizar el paciente diabético debe ser una dieta equilibrada, siguiendo las recomendaciones de tipo general (12-15% del valor calórico total en forma de proteínas, 55% en forma de carbohidratos, 30% en forma de grasa siendo grasa saturada menos del 10%, con alto consumo de fibra y moderación del consumo de sodio) pero casi exenta de azúcares simples.
Estos son principalmente la sacarosa (el azúcar común) que debido a su pequeño tamaño tiene una absorción tan rápida que produciría un pico de glucemia excesivo. Sin embargo, no hay razón para prohibir el consumo de pasta, féculas, y legumbres, en cantidades limitadas. La dieta debe integrarse con el tratamiento farmacológico (fármacos antidiabéticos orales o insulina) y es esencial que el paciente conozca los objetivos del tratamiento dietético como parte de una buena educación diabetológica.
En los casos en los que a la diabetes se asocie obesidad, la dieta deberá ser también hipocalórica, para intentar llegar a un peso razonable. Es frecuente que en casos de diabetes tipo 2 con obesidad si el paciente hace correctamente una dieta bien indicada por su médico se logre controlar perfectamente la diabetes y en ocasiones, es incluso posible disminuir o suspender el fármaco antidiabético prescrito.
En otras ocasiones, el paciente diabético llega con una pérdida de peso muy importante (debida en gran parte a que al estar la glucosa muy alta, ésta se pierde por la orina) y a estos pacientes se les han de recomendar dietas hipercalóricas para lograr el peso ideal, combinándolas con el tratamiento farmacológico o con la insulina.
Es especialmente importante que el diabético con insulinas de tipo retardado, llamadas también NPH sigan un horario estricto y no omitan ninguna ingesta, y especialmente las tomas a media mañana y antes de acostarse ya que al tener la insulina puesta si no ingieren comida pueden caer en una grave complicación: la hipoglucemia o bajada de glucosa en sangre. También la dieta ha de adaptarse al ejercicio físico. La actividad física tiende a bajar los niveles de glucosa en sangre, por lo que en caso de realizar un ejercicio intenso han de tomar ingestas suplementarias de hidratos de carbono, especialmente galletas frutas o zumos, cuando están tomando algún fármaco hipoglucemiante o administrándose insulina.
Un tema interesante son los numerosos productos que pueden encontrarse en el mercado y que se anuncian como “productos para diabéticos”. Estos productos suelen llevar edulcorantes artificiales, que pueden tener calorías o no. Los hay fabricados con sacarina y aspartamo (que no tienen calorías) y los hay fabricados con fructosa o polialcoholes (sorbitol, xilitol). Tanto la fructosa como los polialcoholes en último término son metabolizados como la glucosa pero, evidentemente, no causan una subida importante de la glucosa en sangre. Sin embargo, sí que aportan calorías por lo que hay que tenerlos en cuenta si se está intentando perder peso. Además, es preferible que la fructosa se coma con los productos naturales que la conllevan, es decir, con la fruta natural ya que de esta forma también se aportan los antioxidantes. En general, aunque los alimentos para diabéticos no son dañinos, tampoco conviene abusar de ellos libremente y sí consultarlo con su médico.
Cuando se detecta en un análisis de orina que el riñón diabético está empezando a fallar (fase de nefropatía incipiente) entonces suele ser muy útil una dieta con restricción de proteínas, que se ha demostrado que enlentece la pérdida de la función renal y va a retrasar la posible entrada del diabético en un programa de diálisis. En resumen, no hay una dieta única de la diabetes, sino que hay que individualizarla, atendiendo a las características y preferencias de cada paciente y a los objetivos a lograr con ella. En todos los casos, la dieta debe integrarse dentro del tratamiento farmacológico, como parte de la educación diabetológica.