Bajo esta denominación se engloban todas las enfermedades que se caracterizan por un aumento de los lípidos (o grasas) en la sangre (tanto colesterol como triglicéridos). La importancia de estas enfermedades es, como ya se mencionó al hablar de la dieta mediterránea) que se asocian a un aumento de la morbilidad y mortalidad de causa cardiovascular, es decir, principalmente de ataques al corazón por infarto agudo de miocardio.
Globalmente, las enfermedades cardiovasculares constituyen la principal causa de muerte en los países industrializados. Los lípidos que circulan en exceso en la sangre tienden a depositarse en la pared de las arterias, formándose la llamada “placa de ateroma”.
Al ir creciendo progresivamente esta placa (porque se va depositando cada vez más colesterol LDL, o colesterol malo, y luego se oxida) se va estenosando progresivamente la luz de la arteria hasta que se ocluye por completo e impide el paso de la sangre. Si la arteria afectada es una arteria coronaria, que irriga al corazón, entonces se produce un infarto agudo de miocardio. Si la arteria afecta es una arteria del cerebro, se produce una trombosis, con la sintomatología neurológica consiguiente.
Si la arteria afectada es una arteria que irriga el miembro inferior, se produce una isquemia del pie, que debe amputarse. Algunas hiperlipemias son de causa genética (por déficit de receptores para LDL, siendo entonces una hipercolesterolemia familar, que cursa con cifras de colesterol habitualmente superiores a 300 mg/dl , que precisan de tratamiento farmacológico) pero otras son de causa nutricional, debidas a una alimentación errónea. En el colesterol plasmático influyen, tanto el colesterol consumido directamente en la dieta, como el colesterol que sintetiza nuestro propio organismo a partir de las grasas saturadas que ingerimos.
La grasa saturada es principalmente la grasa de origen animal, pero hay también ciertos aceites vegetales (de palma o palmítico, esteárico, de coco…) que tienen también un efecto nocivo sobre el colesterol a pesar de su origen vegetal, es decir, se comportan como grasa saturada. Como ya se mencionó previamente ese colesterol también ha de oxidarse en la placa de ateroma, pero existen sustancias antioxidantes en la dieta que se oponen a esta oxidación. De todos los antioxidantes el más eficaz se ha demostrado que es la vitamina E que se encuentra principalmente en el aceite de oliva.
Tras la instauración de la dieta hipolipemiante es importante repetir los análisis de colesterol en unos 3 meses para valorar la respuesta a la dieta. Si la respuesta no es adecuada, habría que añadir fármacos (llamados estatinas) que actúan inhibiendo un enzima que interviene en la síntesis endógena de colesterol y, por lo tanto, se bloquea esta síntesis.
Recomendaciones para realizar una dieta baja en colesterol
Si se asocia obesidad (hecho nada infrecuente), disminuir el contenido calórico total de la dieta. Es frecuente que según el paciente adelgaza, mejore el perfil lipídico.
Seguir las directrices de la dieta mediterránea:
· Utilizar aceite de oliva
· Prohibidos mantequilla, margarina (aunque sea de origen vegetal), nata.
· Aumentar el consumo de carbohidratos de absorción lenta (legumbres, pastas …)
· Aumentar el consumo de frutas, verduras y alimentos ricos en fibra.
· Restringir los productos de bollería y pastelería si desconocemos con qué aceite han sido confeccionados.
· Evitar en lo posible el exceso de grasas animales o vegetales aterogénicas (de palma, de coco…).
· Tomar preferentemente pescado como fuente de proteínas.
· Tomar carnes magras (quitando la grasa visible) o de aves (quitando la piel).
· Restringir el consumo de la yema del huevo. Se pueden tomar claras de huevos.
· Tomar los lácteos desnatados.
· Evitar consumo de quesos grasos.
· No abusar del consumo de azúcar (ni productos que lo contengan)
· Moderar el consumo de alcohol. Evitarlo totalmente se existe hipertrigliceridemia.
· Realizar ejercicio físico (aumenta el colesterol HDL “bueno”)
· Abandono del tabaco (no sumar factores de riesgo)