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Cuidar la salud en los meses de otoño e invierno

Cuidar la salud en los meses de otoño e invierno

Pasar del verano al otoño es un proceso no exento de riesgos para nuestro organismo, debido a que éste padece, normalmente de forma brusca, un cambio en los horarios, régimen de vida y estado psicológico. Además, se ve sometido a un cambio significativo de condiciones ambientales relevantes como son la temperatura, la humedad relativa y el número de horas de exposición al sol. En este artículo trataremos diferentes aspectos para cuidar la salud en los meses de otoño e invierno.

El cambio de estación

A principios del otoño aún persiste la inercia a dormir con menos ropa por los calores del verano -pese a que ya las noches nos despiertan con algo más de frío- o a salir a la calle en manga corta, pese a que ya las mañanas y los atardeceres no son tan calurosos. Además, el regreso al trabajo o al colegio con frecuencia resulta excesivamente estresante, lo cual puede debilitar nuestras defensas.

Todo ello crea un caldo de cultivo que facilita que determinados gérmenes como los virus del catarro común, de la gripe o virus del aparato digestivo, se hagan un espacio en nuestro organismo. Esto gérmenes aprovechan la situación para producir alteraciones que, cuanto menos, nos van a hacer la vida incómoda durante un par de semanas. En personas mayores o inmunodeprimidas, estos gérmenes pueden ocasionar problemas graves de salud.

Medidas preventivas

Conocer esta situación y este riesgo es el primer paso para cuidar la salud en los meses de otoño e invierno. Es importante adoptar medidas “preventivas”, aquellas que se llevan a cabo antes de que surja el problema. Para “prevenir” la aparición de trastornos en este periodo de transición estacional las medidas más importantes son estrategias de carácter higiénico-dietético que apenas requieren la intervención de los servicios sanitarios.

Estas medidas incluyen permanecer suficientemente abrigados, realizar una alimentación equilibrada, con un aporte adecuado de nutrientes, desarrollar un nivel de actividad física adecuado y mantener un buen estado de ánimo. La observación de estas recomendaciones hace menos probable el enfermar por alguno de los procesos patológicos citados anteriormente.

Algunas personas con factores de riesgo para padecer estos procesos infecciosos (personas mayores o discapacitadas que viven en centros residenciales asistidos, personas con enfermedades crónicas o degenerativas, personas inmunodeficientes, embarazadas, algunos profesionales sanitarios y niños de entre 6 meses y dos años de edad) deberán adoptar medidas preventivas específicas como pudiera ser, por ejemplo, la vacunación.

Tratamiento

Una vez contraído alguno de estos procesos habrá que recurrir al “tratamiento” médico. Estos trastornos van a provocar normalmente síntomas en la esfera otorrinolaringológica (estornudos, congestión nasal, dolor de garganta…), en el aparato digestivo (náuseas, vómitos, dolor abdominal o diarrea) o síntomas generales como dolor de cabeza, malestar general, sudoración y fiebre.

El tratamiento específico variará y deberá ser consultado en cada caso con el médico. Normalmente en los procesos víricos no serán útiles los antibióticos, por resultar ineficaces. Se requerirán antitérmicos para tratar la fiebre alta y medidas de sostén como una adecuada hidratación y aporte de nutrientes, así como reposo en los casos en los que éste esté indicado.