No hay ningún tratamiento específico para la artrosis, pero se debe tranquilizar al paciente indicándole que (en contra de la creencia popular), con un adecuado programa terapéutico la artrosis no es siempre irremediablemente progresiva. La actuación médica, planteada a largo plazo, debe basarse en la aplicación individualizada de diversas medidas terapéuticas que eviten o enlentezcan la progresión, alivien el dolor y mejoren la movilidad.

Es esencial un correcto diagnóstico; deben ser excluidas otras alteraciones óseas o articulares (gota, artritis infecciosas, procesos malignos, etc.) aunque el paciente tenga imágenes radiográficas típicas de artrosis. Deben evitarse todos los factores que sobrecarguen las zonas afectadas: desviaciones de los ejes articulares, obesidad, prácticas profesionales o deportivas inadecuadas, etc.

Ni el reposo absoluto ni la actividad excesiva son recomendables. Para la artrosis de las piernas, los bastones son un método clásico de gran eficacia. El empleo de collarines cervicales y corsés debe ser indicado, de forma individualizada, por un especialista. La terapéutica física ocupa un lugar esencial en el tratamiento de los pacientes.

Un adecuado programa de ejercicios, sin sobrecarga de la articulación, conserva o aumenta la movilidad, reduce la contractura y fortalece la musculatura. La natación está especialmente recomendada. El calor en sus diversas modalidades suele producir gran alivio. Una terapéutica física barata y eficaz, por bloquear la percepción del dolor, es la estimulación eléctrica trascutánea (TENS). La eficacia de la acupuntura no ha sido demostrada con criterios científicos.

Si hay un componente inflamatorio importante se pueden usar antiinflamatorios no esteroides (AINES).

El tratamiento de la artrosis incluye medidas farmacológicas y no farmacológicas dirigidas a aliviar el dolor y a mejorar la función articular. El tratamiento farmacológico debe comenzar por el uso de analgésicos simples (por ejemplo, Paracetamol), pudiéndose añadir después antiinflamatorios no esteroides (por ejemplo Ibuprofeno y Naproxeno sódico) o plantearse la administración interarticular (infiltración) intermitente, de cortico-esteroides.

El tratamiento no farmacológico incluye la educación del paciente, ejercicios para recuperar el movimiento articular e incrementar la fuerza muscular y la capacidad aeróbica, reducción del peso sobre las articulaciones dolorosas y aplicación de calor y frío para mejorar el dolor. En articulaciones gravemente dañadas, puede ser necesaria la cirugía reparadora o el uso de prótesis articulares para suprimir el dolor y restaurar la función.

No se recomienda la administración de corticosteroides por vía general; sí es aceptable su empleo, por personal cualificado, en infiltraciones articulares, aisladas y esporádicas. El tratamiento quirúrgico es el último recurso de que se dispone en los casos de dolor persistente o incapacidad significativa. En cualquier caso el tratamiento de la artrosis le corresponde al médico.