Obesidad Obesidad como factor de riesgo
La obesidad es un factor de riesgo en sí mismo que reduce la esperanza de vida ya que favorece la aparición de ciertas enfermedades, lo que no ocurre en las personas con peso normal; e incluso en los casos más graves puede llegar a ser mortal (obesidad mórbida). Se ha demostrado, por ejemplo, que las mujeres obesas tienen una mayor predisposición de sufrir cáncer de mama, endometrio o cérvix, mientras que en los hombres pueden aparecer tumores de colon, recto y próstata.
Por otra parte la obesidad eleva la tensión, el colesterol y los triglicéridos, lo que predispone a las enfermedades cardiovasculares. También se relaciona con trastornos de la menstruación, estreñimiento, infertilidad y muy directamente con la diabetes tipo II (propia de los adultos y normalmente insulino-independiente).
Asimismo, las articulaciones sufren mucho con este exceso de peso ya que se sobrecargan, y es muy posible que aparezca artrosis en la cadera o la rodilla e incluso en los casos graves puede llevar a la incapacidad del paciente.
La cuantificación se puede hacer de forma visual o con ayuda de una simple cinta métrica para valorar la cintura y la cadera.
Cuando el cociente cintura /cadera sea superior a 1 en el hombre o a 0,9 en la mujer hablaremos de obesidad androide o abdominal, y cuando el cociente cintura /cadera sea inferior a 1 en el hombre o a 0,9 en la mujer hablaremos de obesidad glúteo-femoral o en pera.
El paciente obeso tiene un aumento de la morbimortalidad no solo «per se» sino porque en él se pueden dar una serie de patologías como hipertensión arterial, dislipemias, diabetes mellitus, poliartrosis, litiasis biliar y ciertas formas de cáncer.
La asociación entre obesidad e hipertensión arterial está suficientemente probada en diferentes estudios de población (estudio noruego, estudio Framighan ) y se pone de manifiesto que una ganancia de peso de un 15% puede dar lugar a un aumento de 2 puntos en la tensión arterial sistólica.
Entre las consecuencias de la obesidad se cuentan la dificultad respiratoria, el estreñimiento, los cálculos, la artrosis, la HTA, el cáncer, la diabetes, la gota, la ateroesclerosis, la disminución de la calidad de vida y los trastornos psíquicos.
También sabemos que en la obesidad las grasas en sangre (colesterol y sus fracciones, HDL —el bueno—, LDL —el malo— y los triglicéridos) pueden alterarse y dar lugar a un riesgo mayor de arteriosclerosis y de alteraciones cardiacas relacionadas con el grado de obesidad.
La obesidad central es un factor de riesgo para el desarrollo de diabetes mellitus (sobre todo en mujeres, la obesidad «en manzana»). Esta asociación entre diabetes y obesidad troncular se da más cuando existe inactividad física.
Sabemos que la obesidad facilita la aparición o la evolución de enfermedades hepáticas (cálculos en la vesícula o aparición de un hígado graso) y alteraciones respiratorias que pueden ir desde la mínima somnolencia hasta la apnea del sueño (síndrome SAOS) que ocurre por la disminución de la oxigenación cerebral por retención de carbónico y menor amplitud de las excursiones respiratorias. En casos extremos puede dar lugar a muerte súbita y a isquemia coronaria.
Las alteraciones venosas por compromiso de la circulación de retorno y las alteraciones reumáticas por sobrecarga dinámica de las articulaciones de las piernas y de la columna son harto frecuentes en la obesidad.
La Sociedad Americana para el Cáncer en un estudio de setecientos cincuenta mil pacientes seguidos durante doce años encontró que el riesgo relativo de morir de cáncer era de 1,33 y 1,55 en obesos según fueran hombres o mujeres respectivamente. Los hombres tienen mayor riesgo de cáncer de próstata o de colon y las mujeres de cáncer de mama o de útero.