Las alergias no descansan en invierno
Las alergias, a menudo, se relacionan con la llegada de la primavera o el verano, a partir de factores ambientales externos desencadenantes, como el polen.
Pero las horas que se pasan en casa durante el invierno pueden jugar también malas pasadas y provocar reacciones alérgicas e, incluso, problemas de asma o rinitis.
La realidad es que, en otoño e invierno, las alergias pueden agravarse por la humedad en el ambiente, la reproducción de ácaros de polvo y los cambios bruscos de temperatura.
Factores desencadenantes
En invierno, los factores desencadenantes de alergias más habituales son la presencia en el ambiente de hongos, mohos o levaduras y sus esporas.
Estos aumentan tanto en el ambiente exterior como en el interior de los hogares que se mantienen cerrados más tiempo con objeto de conservar el calor.
El aire de las casas, circula sin demasiada renovación, a través de las calefacciones y de los aparatos de aire acondicionado.
La poca cantidad de luz de los días de invierno favorece aún más la formación de moho, que se reproduce sobre todo en condiciones de oscuridad y con altos niveles de humedad.
Cuando un individuo es propenso a las alergias en verano, es probable que esté en riesgo también cuando llega el frío, por una simple razón: muchos de los alérgenos frecuentes del clima cálido son perennes, están presentes todo el año, como la caspa animal, el moho y los hongos.
En invierno, hay otros factores que pueden, incluso, intensificar las reacciones. La exposición a la caspa de los animales domésticos, entre otros, aumenta porque estos permanecen más tiempo en el interior de las casas.
Cuando el sistema inmunológico entra en contacto con el moho y otros alérgenos, se libera una sustancia química, la histamina, que provoca síntomas como un aumento de la secreción nasal u ojos llorosos, entre otros.
Estas reacciones tienen lugar sobre todo por la noche, cuando los afectados se despiertan con la nariz congestionada sin razón aparente.
Este cuadro es peor en niños: no descansan de forma adecuada, están más irritables y queda afectado su rendimiento diario.
Consejos en invierno
El American College of Allergy, Asthma and Immunology ha recordado recientemente algunos consejos con el objetivo de preservar la salud y no desarrollar reacciones alérgicas que desencadenen problemas mayores, como asma o rinitis.
Estos consejos están relacionados, con la humedad, la calefacción, el control del polvo o la limpieza del hogar. Respecto a la humedad en el hogar, se recomienda mantenerla por debajo del 55%.
Si bien un aparato humidificador reduce la sequedad ambiental propia de la época invernal, utilizarlo en exceso revitaliza los ácaros del polvo, un gran factor de riesgo de desarrollo de reacciones alérgicas.
La sociedad recomienda mantener el humidificador o vaporizador apagados. También la calefacción por bomba de calor, si funciona de manera correcta, evita la acumulación de polvo. Cambiar el filtro cada tres meses ayuda a mantenerla en buen estado.
Para que los alérgenos permanezcan fuera del dormitorio, se invita a impedir la entrada de animales domésticos, así como recubrir colchones y almohadas con forros contra los ácaros del polvo.
Extremar la limpieza en el hogar es otro de los consejos de la institución norteamericana: lavar la ropa de cama y los muñecos de peluche en agua caliente cada dos semanas, utilizar aspiradoras con el filtro adecuado, evitar los artículos decorativos que atraigan el polvo y limitar las plantas en el interior, entre otras.
Rinitis y asma alérgicas
Una de las principales manifestaciones de las alergias en invierno es la rinitis, enfermedad inflamatoria de la mucosa nasal.
Las primeras señales: son picor nasal, estornudos, mucosidad acuosa y congestión o taponamiento.
Con frecuencia se acompaña también de conjuntivitis, la inflamación con picor y enrojecimiento de la membrana que recubre el ojo y la parte interna de los párpados.
Una complicación habitual es el asma relacionada con alérgenos (asma alérgica), que se caracteriza por inflamación de los bronquios y cuyas señales más importantes son tos, falta de aire, pitos en el pecho y opresión torácica.
Los expertos señalan que es la sequedad del ambiente, más que las bajas temperaturas de la estación, la culpable de su desarrollo.
Tanto los alérgenos relacionados con la rinitis como con el asma alérgica son los mismos: polen, humedad en el ambiente y ácaros del polvo, entre otros.
También las dos se diagnostican con pruebas cutáneas y se tratan con fármacos que se prescriben según la naturaleza de los síntomas o los antecedentes de la enfermedad.
En el caso del asma, la medicación consiste en la aplicación de fármacos inhalados que revierten el estrechamiento del bronquio y reducen la inflamación, e inmunoterapia con vacunas.
¿Resfriado o alergia?
Durante el invierno, cuando los resfriados comunes se transmiten como la pólvora y la temporada de gripe está en pleno apogeo, ¿cómo diferenciar si los estornudos y el catarro se deben a una infección o a una alergia?
Aunque la congestión nasal siempre se asocia a resfriado común, en ocasiones puede tratarse de algo más y estar relacionado con una situación alérgica. Los síntomas de ambas afectaciones son muy parecidas, pero no su duración.
Los del constipado común duran cerca de una semana. En cambio, los síntomas de la rinitis alérgica pueden alargarse mucho más tiempo, hasta que se diagnostique o se elimine el factor desencadenante.
Es fundamental saber reconocerlas y recibir el tratamiento más adecuado. Una de las diferencias es que el resfriado está provocado por un virus y la rinitis es una reacción alérgica.
Los síntomas habituales del catarro son: fiebre, que puede durar alrededor de 72 horas, inflamación de la mucosa nasal -primero acuosa y después espesa-, obstrucción nasal, tos, estornudos, lagrimeo y congestión ocular y dolor muscular generalizado.
A menudo, también se siente dolor de garganta y de cabeza. Los síntomas de la rinitis incluyen solo congestión nasal y moqueo, estornudos y comezón en la nariz o en los ojos, que se muestran llorosos.
La inflamación de la mucosa de las fosas nasales, por tanto, no implica fiebre ni tos, a no ser que se padezca asma asociado.