Educar para la salud
Educar para la salud es una de las tareas más interesantes que como padres tenemos en la educación de nuestros hijos. Como educadores podemos conseguir mucho por su salud, aunque los resultados son difíciles de medir, dado que sólo se podrá estimar todo aquello que, medido en términos de enfermedades y de otros trastornos, habremos ahorrado a nuestros hijos al darles una buena educación para la salud.
Habituar a un niño desde el nacimiento a mantener un buen ritmo de sueño-vigilia con unos horarios de sueño adecuados, controlar el número de horas que está delante del televisor o entretenido con videojuegos, crear un ambiente equilibrado en el hogar, cuidar la vida y las relaciones sociales del niño, conforme a su edad y circunstancias personales, son medidas importantes de educación para la salud.
Los niños que no duermen un suficiente número de horas, que están sometidos a violencia en el hogar o que sufren alteraciones en su educación social, tienen una mayor probabilidad de padecer trastornos en su salud física y psicológica.
Los niños que sufren una deprivación afectiva (falta de cariño) experimentan graves consecuencias en su desarrollo afectivo e intelectual, siendo más graves las consecuencias, cuanto más pequeño es el niño que sufre esta carencia.
¿Qué mejor forma de enseñar a un niño a no fumar que el hecho de que los propios padres no lo hagan? Los hijos se modelan en sus padres, las figuras parentales son muy importantes en la más tierna infancia y en su desarrollo posterior y lo que se ve y se aprende en los primeros años de vida deja una impronta profunda en la personalidad y en el comportamiento de los niños.
Además, los niños que conviven con padres o familiares fumadores se convierten en fumadores pasivos, con un riesgo más elevado de lo normal de padecer enfermedades del aparato respiratorio, como cáncer de pulmón o enfermedad pulmonar obstructiva crónica, o enfermedades cardiovasculares, como infarto de miocardio o accidente cerebrovascular.
Comer de forma sana en el hogar, con horarios y dietas alimenticias saludables, y hacer ejercicio con nuestros hijos, es la mejor forma de educar en la prevención de la diabetes mellitus, de la obesidad, de la arterioesclerosis, del infarto de miocardio y de muchas otras enfermedades y trastornos que aparecen como consecuencia de la falta de ejercicio físico y del consumo en exceso de alimentos grasos o bollería industrial.
Pasar suficiente cantidad de tiempo con nuestros hijos, cuando ello resulta posible, es una fuente de satisfacción para los padres y para los hijos, crea un vínculo que se fortalece con el tiempo y alimenta el cariño dentro de la familia. Fomentar relaciones sociales sanas de los niños mediante la dedicación al estudio, a la investigación, al arte y a otras actividades sociales, de ocio o participativas, es la mejor forma de prevenir riesgos graves para la salud como el consumo de alcohol o de otras drogas.
Cuidar nuestro entorno, reciclar lo inservible, mantener limpias las calles y el campo, no contaminar el agua ni el medio en el que nos desenvolvemos, caminar, utilizar la bicicleta…, son formas de disfrutar y, a la vez, de educar para la salud, dejando a nuestros hijos un mundo al menos tan limpio como el que nuestros padres nos dejaron en herencia y sin el cual la salud no tendría cabida.
Educar para la salud es una asignatura que normalmente no se imparte de forma explícita, pero es, por un lado, una responsabilidad importante, y, por otro lado, una labor muy gratificante para padres y educadores.
Los resultados de educar para la salud no se ven, lo que se ve son los resultados de su carencia, en términos de enfermedad, de trastornos de la salud y de deficiencia en la calidad de vida.